Adelantando en la fila sin dificultad

Soñé que me encontraba en una fila para ingresar a un recinto. En forma ordenada la fila corría sobre bancas alargadas donde los parroquianos esperaban, sentados, un hueco contiguo para avanzar. Cada persona adelantaba al siguiente hueco en la banca cuando alguien era llamado para entrar. Cuando la banca terminaba, el aspirante pasaba a la banca de enfrente y comenzaba a avanzar, ahora, en la dirección opuesta. Así, hasta llegar a la puerta de ingreso. Tomé mi lugar en la fila y observé a los otros aspirantes. Algunos tenían muletas, otros, vendajes. Sus aspectos se veían demacrados, sus ánimos deprimidos.

―Parecen muertos―, me dije a mí mismo.

Impaciente comencé a brincar las bancas para adelantar a las personas que tardaban, a mi gusto, mucho tiempo para pasar al siguiente hueco desocupado. La gente no sólo lo permitía, sino que se hacía a un lado para dejarme brincar. Llegué hasta la banca de adelante sin dificultad. Un hombre me hizo espacio para que pudiera sentarme. Frente a mí se abrieron las puertas y asomó el vocero para invitar entrar al siguiente en turno. Vi al aspirante al frente de la fila. Temblaron sus piernas cuando se levantó de su asiento. Me asomé entonces por el resquicio de la puerta para mirar el interior del recinto. La visión me permitió comprender. Me encontraba a las puertas del infierno. ¿En qué otro lugar te permiten adelantar en la fila sin oponer resistencia y sin la menor objeción?

Dije en voz alta para mí y lo escucharon todos en la sala:

―Si estuviéramos en el cielo, esto sería seguramente un amplio salón con sillones mullidos y estaría casi completamente vacío con sólo unos poquísimos aspirantes esperando ingresar.

Desperté preocupado. Luego de algunas reflexiones me dije que debía seguir escribiendo, pues estando en la segunda mitad de mi vida es ya poco lo que puedo hacer para evitar llegar a ese sitio. Pero quizás si termino las novelas y dejo algo para la posteridad, al menos, alguien leyéndolas considere que no fui del todo malo. Si mis novelas son demasiado poco atractivas por contener ideas tan dispares, entonces estos cuentos orientarán, para crear unas mejores, a aquellos que padezcan esta misma desazón.

Me pregunto si Dante Alighieri tuvo un sueño similar, pero padecía un dormir más pesado.