Presentación de un libro o el quehacer del escritor del que nada saben los aspirantes a literatos

El día comenzó a las 6:00 de la mañana a pesar de ser sábado. Sin bañarme vestí la indumentaria casual del día anterior. Mientras Ramón estuvo listo, puse en una mochila la cinta canela, la extensión eléctrica, los cinturones de plástico y algunas herramientas. Unos minutos más tarde, Ramón y yo llevamos caminando el cuadro hasta el salón de fiestas donde sería el evento. Cuatro cuadras andando, el cuadro terminó pesándonos mucho. Sus dimensiones impidieron que lo metiéramos en ningún vehículo. Dejamos el cuadro en el salón, instalamos la extensión para la cafetera y el proyector, fijamos con los cinturones el adorno de huacales que Guadalupe y su prima Milagros idearon y acomodamos las sillas para el evento. Volvimos a casa, me bañé y vestí de acuerdo a las circunstancias. Regresé al salón de fiestas. Arrodillado a la tarima con la engrapadora de tapicería concluí el acabado de lo que sería la plataforma para la entrevista. Afortunadamente, no me engrapé la corbata. Guadalupe ya coordinaba el trabajo del mesero y la cocinera que contrató para la ocasión. Ramón ayudaba a acomodar manteles y accesorios para el brindis posterior a la presentación del libro. Instalé el proyector y la computadora que desplegaron continuamente diapositivas con las biografías de los autores, las contraportadas del libro y algunas ilustraciones sobre el tema. Comenzaron a llegar los invitados. Todos preguntaron si había algo en lo que pudieran ayudar. Mi hermano Carlos compró hielos. Con tanta ayuda y tanto ajetreo, Ramón, también compró hielos. A las 10:30 de la mañana habían llegado al salón el 90% de la audiencia. No cabe duda que mi esposa posee gran poder de convocatoria no sólo acudieron más invitados de los esperados, sino también llegaron todos puntuales (en México, eso es casi un milagro). Guadalupe había previsto que asistirían 25 a 30 personas, yo, menos conservador, estimaba entre 30 y 40; ambos fallamos, se rentaron 50 sillas y estuvieron a punto de no alcanzar. Fijé a la pared con una plastilina especial las frases que seleccioné del libro. Unos minutos después, llegaron los presentadores y mi madre. Introduje a Nicolás Alvarado conocido entrevistador de televisión y escritor mexicano. Guadalupe, mi esposa, y Eunice, la esposa de él, nos corrieron del estrado. Ellas dos conversaron para presentar la presentación del libro. El carisma combinado de ambas creó el ambiente propicio. Luego nos cedieron la tarima y entonces Nicolás y yo platicamos sobre el libro y sobre mi padre. Luego Eunice (mi hermana) y Guadalupe (mi esposa) volvieron al estrado y los cuatro leímos escenas seleccionadas de la novela. Antes del brindis se rifaron tres libros de la versión impresa entre la concurrencia. Luego que el último invitado dejara el salón, Guadalupe insistió en que recogiéramos la fiesta. El día terminó para mí a las 6:00 de la tarde. Me sentía sumamente cansado aunque grandemente satisfecho.