Sueños intrincados o escribir para el lector

El cuento de "Fuegos artificiales", donde platico una experiencia de un sueño extrañamente ligado a la realidad, llamó la atención de varios de mis amables lectores. Esa razón me mueve a narrar a continuación, dos experiencias más de sueños intrincados.

En la primera experiencia, soñé que me encontraba acostado en mi cama de siempre soñando sucesos desagradables. En el sueño dentro del sueño, yo me encontraba también acostado en el mismo sitio mirando hacia la entrada del baño. Todo el lugar se encontraba en penumbras. De pronto percibí a un ser extraño tratando de ocultarse tras la puerta. Se escondió de mi vista y luego sigilosamente se asomó para averiguar si yo aún seguía atento. Repitió la maniobra una segunda vez y luego una tercera. Por supuesto aquella presencia y su actitud siniestra me atemorizaron, pero entonces me percaté que aquello sólo era un sueño. Pujando e intentando despertar conseguí atraer la atención de mi esposa que yacía a mi lado. Ella se percató que yo intentaba despertar sin conseguirlo y entonces movió mi hombro y desperté al sueño en mi recámara. El ser ya no estaba. El lugar, el mismo del sueño tétrico, ahora estaba parcialmente iluminado como cuando comienza a clarear el día. Me percaté de que aquella situación era todavía parte de un sueño. Nuevamente busqué despertar. Mis intentos no tuvieron éxito. Entonces, con esfuerzos heroicos, dije a mi esposa: “Des… pier… ta… me”. Ella volvió a mover mi hombro y entonces desperté a la realidad. Al fin frente a la Guadalupe de carne y hueso, ella me contó que me había oído hablar dormido. La palabra que entendió fue: “Despiértame” y fue cuando movió mi hombro. Le pregunté cuántas veces había movido mi hombro. "Una sola vez", respondió. "¿Sólo una?", quise confirmar. "Sí, sólo una vez", me aseguró.

En la segunda experiencia, me encontraba en una sala de cine acompañado por mi esposa, mi hijo, mi hija, mi yerno y mi nieto. Mirábamos una película tan aburrida que me quedé dormido. Es decir, que me quedé dormido en el sueño. Comencé a soñar dentro del sueño con eventos agradables, aunque no los recuerdo. Me cuesta mucho más trabajo y generalmente no lo consigo recordar los sueños sosegados.  Pero llegó el momento de querer despertar. Despertar dentro del sueño, o sea, volver a la sala de proyección con mis seres queridos. A pesar de los muchos intentos, no lograba hacerlo. Mi esposa, sentada a mi lado en la sala de proyección, movió mi hombro pues me perdía del desenlace de la trama. Y, entonces, conseguí abrir los ojos. Pero no los abrí a la realidad, sólo desperté a la sala de cine en el sueño primero. Agradecí a Guadalupe y mientras aún la sala se encontraba en la oscuridad y el filme se proyectaba, me acerqué y le susurré al oído: “ya sé lo qué es la muerte: es un estado como el sueño del que nunca logras despertar." Desperté del sueño de la sala de cine, esta vez, sin grandes esfuerzos y conté a la Guadalupe de carne y hueso la historia. Juntos concluimos que si la razón susurrada a su oído en el sueño era cierta, entonces debíamos cuidar con gran celo lo que guardamos en el inconsciente, pues sería ese rincón donde permaneceríamos eternamente.