Tomar de otros autores sólo lo esencial para agregar luego el resto de la historia

Alguna vez habrá el lector escuchado en alguna conversación o leído en algún meme en internet la idea de que cuando algo se desea con verdadero fervor y con intenciones limpias, el universo entero conspira para su consecución. Yo se la leí a Paulo Coelho en El Alquimista. Sí, estoy de acuerdo: la idea suena a eslogan motivacional.

 

En 2008, movido por una fotografía de un majestuoso hotel enclavado en las rocallosas canadienses, escribí en mi agenda electrónica: "Visitar Banff". Esa aspiración personal pasó de un año al siguiente y al siguiente y al siguiente. Seguramente mi esposa pudo leerla y debió preguntarme qué era o dónde quedaba Banff, pero dudo mucho que ella haya conservado el recuerdo. Al menos ella afirma no recordar nada al respecto. En febrero de este año, mi esposa, planeando las vacaciones de su vida, contactó a una agente de viajes. Nuestro nieto había expresado su deseo de presenciar una aurora boreal y Guadalupe deseaba complacerlo. Empezaron ellas dos a diseñar el viaje: precios, lugares a visitar, vuelos, hoteles, días de estancia. El primer destino tentativo fue Islandia, luego pasaron a Kirkenes en Noruega. El presupuesto obligó a intentar un tercer sitio. Así llegaron, sin intervención de ninguna otra persona, a Banff en Canadá.

 

El pasado marzo, nueve años después de mi primera anotación en la agenda, cuando arribamos al pueblo de Banff, conté esta coincidencia a los integrantes del paseo y, como no quedamos hospedados en el lujoso hotel de la fotografía, los invité a cenar en uno de sus elegantes restaurantes. Así fue como el universo entero conspiró en mi favor.