Las escaletas o cómo planear la narración

 

Una vez elegida la estructura literaria, y mientras se refrenan con voluntad férrea a los duendes empecinados en escapar de la cabeza, han de crearse las escaletas. Estas son una herramienta usada por los guionistas cinematográficos. Fue mi yerno, conocido director y guionista de cine, quien me enseñó a utilizarlas. Las escaletas con pequeñas modificaciones resultan también de gran utilidad para los autores literarios. En el caso de una novela, la escaleta es un párrafo sencillo con breves enunciados que describe: dónde, quiénes, qué y cómo de cada episodio o capítulo de la obra. Es decir: en qué lugar y tiempo se desarrollará la escena, qué personajes participarán en ella, cuál es el meollo del asunto que ventilarán y cómo se resolverá el acontecimiento. Esta es la mejor oportunidad para que el autor escriba, para no olvidar, los duendes que bullen en su imaginación. Con duendes me refiero a esas ideas que se desean incluir en el libro, son las huellas que el escritor dejará en el papel. Ellos son, por supuesto: las frases ingeniosas o sabias, las anécdotas o recuerdos personales, los refranes, los proverbios, las ideas innovadoras o las declaraciones revolucionarias que se desea expresar. El escritor novicio descubrirá, como yo, que las escaletas permiten apaciguar a los inquietos duendes, pues una vez registrados desaparece la incertidumbre de que puedan escapar.

 

Aprendí a redactar en idioma extranjero antes que en mi lengua materna. Mi maestra fue una mujer inglesa de amable sonrisa pero proceder estricto. Ella proponía un tema y establecía el número máximo de palabras que el escrito podía contener. Cuanto más se acercaba, al número establecido, la cantidad de palabras del texto entregado, mejor era la calificación; pero los trabajos que rebasaban por una o más palabras eran rechazados. Así aprendimos, mis condiscípulos y yo, a realizar una lista de enunciados que expresaran la idea del tema con tantos enunciados como el número máximo del escrito entre diez. Resulta que en inglés, diez es el promedio de palabras que contienen las sentencias. Luego desarrollábamos uno a uno los enunciados. Apliqué, y en ocasiones aún aplico, esta técnica para desarrollar cada una de las escaletas planteadas según el párrafo anterior. La práctica me ha permitido dejar de crear las listas. Las novelas y sus capítulos no requieren contar una cantidad exacta de palabras como es el caso de los artículos que se publican en periódicos y revistas.

 

Con el tiempo mi red neuronal ha absorbido las técnicas al punto de que en las últimas dos novelas, Camino a la redención y El caballero de las dos espadas, las escaletas no fueron escritas. Ellas se mantuvieron, todo el tiempo, latentes en mi cabeza. Las técnicas han sido absorbidas por mi cerebro al punto que las escaletas se han convertido en una voz directora que he querido relacionar con la voz de mi padre.

 

Para escribir, no hay más secretos. El resto es fuerza de voluntad para conservarse en la tarea. Oh sí, olvidaba uno. Terminado cada episodio, cada capítulo, lo leo y releo y vuelvo a leer hasta que dejo de hacer correcciones; como el carpintero que cepilla un tablón de madera. No exagero al afirmar que leo cada uno de mis libros treinta veces o más.