Los libros de astronomía explican, sin proporcionar mayores detalles, que la forma de las
galaxias espirales se debe al principio de conservación del momento angular. Tal principio afirma que en un sistema cerrado el momento angular total de todos los componentes se mantiene
constante. Entonces el giro del centro en una galaxia genera el movimiento de traslación, en sentido contrario, de todas las estrellas en el disco galáctico para conservar un momento angular
igual a cero. Las agrupaciones como brazos aparecen por las variaciones de densidad causadas por la interacción gravitacional entre las estrellas.
Hace algunos años, cuando mantenía mis discusiones conmigo mismo sobre el asunto de la fuerza exégira, en visita a Vancouver
Canadá tuve la oportunidad de presenciar en un centro científico un experimento sobre el tema de la formación de las galaxias espirales. “Qué oportunidad para verter luz a mis oscuras
elucubraciones”, pensé para mí. El experimento consistió en colocar sobre una tornamesa circular una gran cantidad de canicas de vidrio. Un estudiante hizo girar una manivela y por acción de un
mecanismo se provocó la rotación de la tornamesa. Las canicas giraron por el rozamiento con la mesa en la dirección del movimiento de ésta. Las canicas se mantenían confinadas en la mesa por un
arillo en la periferia que impedía su huida centrífuga. Un efecto similar se presentaría en una galaxia espiral por razón del giro del agujero negro en el centro de la galaxia y el principio de
la conservación del momento angular. La fuerza gravitacional de todo el sistema evita, como el anillo de la tornamesa, que las estrellas se fuguen. O si lo prefiere el lector, la masa del sistema
crea la curvatura del espacio propuesta por Einstein que mantiene a las estrellas girando alrededor del centro. Las canicas en el experimento se distribuyeron homogéneamente alrededor de la mesa
mientras el estudiante daba vueltas a la manivela. La probabilidad de impacto con otra canica era aproximadamente la misma para todas ellas. Sin embargo, ninguna formación similar a los brazos
espirales surgió. Yo me pregunté si no ocurriría lo mismo en una galaxia con los tirones gravitacionales de unas estrellas a otras uniformemente distribuidos. Pero entonces, otro estudiante
aplicó un freno a la mesa y la superficie se detuvo abruptamente; no así las canicas que continuaron girando por causa de la inercia. Ocurrió que debido al aumento del rozamiento de cada canica
con la superficie, las canicas comenzaron a formar agrupaciones y por unos segundos los brazos espirales hicieron su aparición. “No cabe duda,” me dije sorprendido, “es necesaria una fuerza
adicional que haga las veces del incremento súbito en el rozamiento”. Y esta experiencia confirma que es innegable, como solía decir mi padre: “quien busca demonios, los encuentra” y, quien
quiere ver fuerzas exégiras en las galaxias, las verá. Salí contento de aquel ensayo, con más material y más entusiasmo para seguir escribiendo las novelas de la saga de Universos
convergentes.