Escribir sobre experiencias vividas, sobre historias escuchadas, sobre temas investigados o teorías locas

En la tercera novela de la saga de Universos convergentes, escribí en el capítulo 16 acerca de la instrucción que recibe la protagonista sobre el manejo de un trineo de perros. Los escritores solemos escribir sobre experiencias vividas, sobre historias escuchadas o sobre investigaciones relacionadas con algún tema. No habiendo recibido jamás la instrucción para el manejo de un trineo, me encontraba yo en la tercera opción. Por ello, en aquel momento, me informé al respecto de los trineos y su manejo en todas las fuentes a mi alcance. Así aprendí las expresiones hike y whoa para iniciar y detener la carrera de los canes, el uso del freno y del ancla, la regla primordial de sujetarse al barandal en todo momento y las inclinaciones del cuerpo en las vueltas del camino. Procuré colocarme con la imaginación en la misma situación en la que se encontraría mi protagonista. Tenía que sentir aquello para conseguir plasmarlo en el papel. Así procuré inclinar mi cuerpo en cada vuelta imaginaria y sentir el viento gélido en mi cara.

 

El pasado mes de marzo, en el viaje a Banff, busqué, por supuesto, contratar un tour del tipo aventura que involucrara un paseo en trineo. Muy temprano pasó una camioneta a recogernos. El día estaba frío y nublado. La camioneta se detuvo en varios otros hoteles para recoger a más turistas intrépidos. Luego se dirigió hacia Canmore. Hicimos una corta parada técnica en este pueblo y seguimos por un estrecho camino de terracería hacia las faldas de las montañas Goatview Peak y Goat Mountain. Tomábamos fotografías de todos los escenarios, de los verdes arbolados y los nevados blancos; para nosotros todo aquello era nuevo. Mi esposa había extraviado en una caída, unos días antes, la cámara que llevamos para el viaje, así que me vi obligado a llevar al paseo la tablet para utilizarla como máquina fotográfica. Llegamos hasta el apartado páramo donde ya nos esperaban los trineos, las jaurías y los entrenadores. Nuestra instructora, una mujer joven de nombre Julie, nos habló sobre las voces para guiar a los perros, el uso de los aparejos del trineo, la regla primordial de sujetarse en todo momento. Yo me sentí inmerso en mi novela. Esta es una experiencia que se narra antes de ser vivida, pensé para mí. Mi esposa se sentó como pasajero y yo me paré sobre los estribos de los patines. La guía en el primer vehículo partió y la caravana de trineos siguió detrás. Cruzamos entre coníferas y lomas. Los montículos del camino nos hacían brincar. Guadalupe tomaba fotografías, mientras yo procuraba controlar el brío de los animales que constantemente alcanzaban al trineo de enfrente. Nos detuvimos en el centro de un lago congelado, Goat Pond, donde la guía nos invitó a conmutar lugares. Mi esposa no quiso tomar el papel del conductor, así que continué como musher. Al final del trayecto, mientras esperábamos el retorno de las camionetas que nos devolvieron a los hoteles, presenciamos cómo se desmantelaban los trineos, mimamos a nuestros respectivos perros y convivimos intercambiando experiencias alrededor de una fogata con ponche y galletas.

 

Y para colmo del concepto del universo conspirador, de las casualidades-que-no-lo-son y de los cuadriones que ligan a la consciencia con la realidad, resultó que a aquella aventura de trineos y perros nos acompañó en todo momento mi novela. Tengo en la tablet una copia digital de "Cápsula de tiempo". De no ser por la caída de Guadalupe que hundió sus piernas en la nieve y no se percató que cayó de su bolsillo la cámara fotográfica, seguramente la tablet no habría estado con nosotros en el paseo del trineo.