Modificar al universo o intentos por hacer verosímil la historia

Una manzana golpeó a Isaac Newton en la cabeza y éste dedujo del accidente la fuerza de la gravedad, o eso dice la leyenda. Lo cierto es que a la fecha se utiliza su fórmula para calcular las trayectorias de las sondas espaciales y de los amenazantes asteroides que pasan muy cerca de la Tierra. El genio de Newton nos armó con una herramienta invaluable, pero ese mismo genio admitió no comprender de qué estaba hecha la tal fuerza.

 

Para explicar la fuerza de la gravedad, Albert Einstein propuso un espacio elástico y otorgó a la masa la capacidad de deformarlo, con sólo su presencia, curvándolo esféricamente a su derredor. Por otro lado, la teoría cuántica, nacida de las aportaciones de varios científicos, propone la existencia de partículas invisibles que ligan a los cuerpos con masa; pero ha fracasado consistentemente tratando de describir matemáticamente su comportamiento. Una partícula con movimiento, aún cuando no contenga masa, contendría energía y la energía, según la famosa fórmula de Einstein, es una forma no condensada de masa; lo que obligaría a los gravitones a interactuar entre sí. Esta interacción complica cualquier intento formal para integrar a los hipotéticos gravitones a la teoría cuántica.

 

Dejando de lado las matemáticas y las engorrosas demostraciones formales, elucubremos cómo funcionaría la liga gravitacional. Yo imagino que un gravitón emergería de una partícula con masa, digamos una residente del Sol, y se propagaría por el espacio como una onda esférica hasta toparse con otra partícula con masa, digamos otra residente de la Tierra. Con el accidente de golpear a otra partícula, el gravitón retomaría su forma corpuscular y sería absorbido por su anfitrión. El efecto del gravitón sobre la partícula anfitrión sería equivalente a un pequeño jalón en la dirección de propagación del gravitón. Quedaríamos entonces con una partícula que presenta un hueco, la emisora, y otra más que presenta un gravitón en exceso, la receptora. La partícula emisora se encontraría ávida por capturar un gravitón mientras la receptora ávida por emitirlo, induciendo así la repetición del ciclo. Viajan los gravitones de un cuerpo con masa hacia otro y regresan de vuelta a su origen. De esta manera simplificada, el Sol atraería a la Tierra y la Tierra, a su vez, al Sol.

 

Un observador presenciando la salida del Sol por el horizonte, se preguntaría cómo funciona la fuerza de la gravedad. Haría esfuerzos por elucubrar el proceso. En ese instante su consciencia se conectaría con la realidad y lo lograría aún sin describir el proceso correcto. Estaría creando dentro de su pensamiento una imagen de una porción de la realidad, un modelo de una parte del universo. Realidad y consciencia quedarían conectadas. ¿Cómo? Mediante partículas invisibles que he dado en llamar cuadriones. Viajan los cuadriones de la realidad a la consciencia y regresan de la consciencia hacia la realidad. Somos observadores del universo y poseemos, por el mismo medio, la capacidad de modificarlo.